En un mercado literario saturado de obras predecibles y narrativas complacientes, surge «Aquel primer verano», un libro que promete no dejar indiferente a nadie. Esta obra no es apta para pusilánimes ni para aquellos que se ofenden con facilidad. Inspirado en la máxima de Chesterton, «al entrar en la iglesia uno se quite el sombrero, pero no el cerebro», el libro aborda verdades incómodas sobre la experiencia personal de la autora durante 30 años en Alemania.
El texto explora la vida en las montañas y en la gran ciudad, presentando una variedad de personajes que van desde individuos con una alta opinión de sí mismos hasta seres humildes cuya única aspiración es «transire per vitam bene faciendo» (pasar por la vida haciendo el bien). A través de estas historias, el lector emitirá su propio juicio sobre cada personaje, inmerso en un entorno donde criar una familia numerosa se presenta como un desafío monumental en un país regido por directrices opuestas a tales propósitos.
Además, el libro es una proclama de fe en Dios, un aspecto que los «pusilánimes, los ofendiditos y los que quieren quedar bien a toda costa» suelen esconder. Los autores desean que esta obra suscite una reflexión interna en una época en la que la intimidad se recorta y se comercializa cada vez más.
«Aquel primer verano» está disponible tanto en formato papel (que se puede adquirir en Libros Derviche) como en formato Kindle, disponible en Amazon. En un mundo literario plagado de obras blandas, este libro ofrece una experiencia cruda y directa, perfecta para aquellos que buscan una narrativa sincera y reflexiva.
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