En esta nueva novela titulada «Aquel Primer Verano», los autores relatan el recorrido vital de una joven que podríamos llamar una «Heidi catalana». Esta historia nos lleva desde las frías tierras de la Cataluña central, específicamente las montañas del Montseny, hasta las frías calles de Berlín. Aquí, la protagonista convive con una cabra y su abuelo, aunque en esta ocasión la cabra no se llama Copito de Nieve y el abuelo no se asemeja en nada a un anciano bonachón.
La trama se desarrolla en el Berlín moderno, descrito como una ciudad de «hierro, cemento y cristal», tal como lo popularizó una vieja canción de Mecano. A lo largo de estas páginas, los autores exploran la posibilidad de encontrar atisbos de humanidad en una metrópoli tan fría y dura como lo es Berlín. Se trata de una experiencia alemana que abarca treinta años, un período en el que caben muchas personas, recuerdos y vivencias. Como bien dice el dicho, se trata de recuerdos con buenas personas y experiencias con personas no tan buenas, un matiz que el lector sabrá discernir.
Desde su atalaya, los autores observan cómo los tiempos han cambiado desde la esperanza de los años noventa, cuando «todo estaba por hacer», hasta la actualidad, donde «casi todo está inventado» y el futuro es incierto. Esta situación actual, que pareciera impredecible, lleva a cuestionar si estamos ante «el final de los tiempos» o simplemente ante el final de una era que cede espacio a una nueva. Los autores no se aventuran a hacer profecías sobre lo que vendrá, conscientes de que lo único útil es aprender del pasado para encarar el futuro con mayor firmeza.
Invitan así al lector a sumergirse en esta historia y descubrir estas reflexiones a través de sus páginas, esperando que la lectura sea tan amena como profunda.
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